Los Juegos Olímpicos, que no gustan de contaminarse de política, estaban rodeados de decisiones de ese tipo, dice Elvira en una reciente conversación con Pedro Pablo Gandolfo para El Mercurio, recordando el nacimiento de su último poemario el año 2004 cuando comenzaban los Juegos Olímpicos de Atenas y los bombardeos israelíes se hacían sentir sobre la franja de Gaza. Y agrega, escribir Cuaderno de deportes me produjo un cierto placer, porque me permitió hablar no solamente de esta actividad humana, el deporte, sino que de muchas otras. Principalmente sobre la poesía, porque en la Grecia clásica los poetas no estaban …
Schopf entrega en La nube una serie de poemas con un sello personal que sorprende. Dividido en tres partes, más un suplemento. Esta composición, plenamente lograda, marca un tono que no decae en el transcurso de la lectura. En el prólogo, de Armando Uribe, se apunta con certeza a la madurez poética de Schopf. El autor sabe sugerir perplejidad en el lector, al imprimir en lo cotidiano un ejercicio intelectual.
"Este libro de poemas indaga en la elaboración de un mapa al revés, determinado por la ausencia y la muerte. No obstante, el acto de fundar, de imprimir huellas en un registro mnemónico es importante en el territorio poético de Formoso: la manera de dar cuenta de una existencia diezmada, de muertos que conversan como en Pedro Páramo entre los parques de sus casas, donde fueran exterminados o entre los múltiples laberintos de la Patagonia, donde han sido desaparecidos, perdidos, borrados.
La poesía de Alexandra Domínguez encuentra su expresión mayor en el registro de lo inefable: transforma las cosas en palabras, los significados se acorralan entre los significantes, la distancia parece desaparecer, los ordenamientos, los catálogos, la disposición de las cosas, pueden tomar la forma cambiante del recorrido fantasmal del deseo del sujeto, aunque sea por un instante.
Lo de Bertoni contra todo presupuesto y contra toda lectura no es sólo muerte ni sólo enfermedad. Porque cuando uno grita, o quiere gritar y le falta el aire, asiste a su impotencia. Y no hace más que asistir a su propia y enorme impotencia, la que por suerte para nosotros quedó registrada en este libro. Es la perturbación de la carne cuesta abajo, la perturbación del descreimiento, es una cierta perturbación que nos asiste riendo para no romperlo todo a su paso, incluyendo nuestra vida y su frágil sistema de ilusorio equilibrio. Aquí no se salva como dice Blas de Otero ni Dios.
Cansador intrabajable -como se autodefine- de la palabra, Bertoni vuelve al rescate de lo efímero, lo nimio, y lo eleva a epifanía e iluminación: Estaba en un paradero / Me bajé y estuve a su lado / Hastaque tomó su micro / A más / No puedo aspirar.
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