Todo aquello que nos resulta real lo es porque lo hemos decidido o, al menos, decidimos no discutir que realmente lo que está sucediendo tiene sentido. Todo parece funcionar o, al menos, parece que no pasará gran cosa ni buena ni mala, sólo otro día más. Hasta que sucede. Llámalo paquete de estupefacientes que estaba demasiado cerca o barato o concentrado. Imagina, si quieres, que son esos momentos de hambre y ansia sexual que de algún modo empujan tus pies a habitaciones en las que jamás deberías entrar. O Puede que sólo sea eso que llaman soñar despierto.
¿Quién sabe? …
Todo aquello que nos resulta real lo es porque lo hemos decidido o, al menos, decidimos no discutir que realmente lo que está sucediendo tiene sentido. Todo parece funcionar o, al menos, parece que no pasará gran cosa ni buena ni mala, sólo otro día más. Hasta que sucede. Llámalo paquete de estupefacientes que estaba demasiado cerca o barato o concentrado. Imagina, si quieres, que son esos momentos de hambre y ansia sexual que de algún modo empujan tus pies a habitaciones en las que jamás deberías entrar. O Puede que sólo sea eso que llaman soñar despierto.
¿Quién sabe?
El remordimiento lo sabe, las cicatrices, la cruda resaca, las pocas ganas de riesgo que existen los lunes por las mañanas o ese dolor de cabeza del que podrías asegurar que es mortal lo saben. Saben que tenías ganas de huir, de llegar a eso que no era real, de alcanzar un sueño cualquiera y que ahora ya quieres despertar. Aunque sólo sea para volver allí en otro momento.
Fernando Yacamán nos trae un libro de relatos LGTB en los que el adjetivo salvaje no resulta ni siquiera nimio para describir las cuotas de caos y locura que llega a alcanzar. Ya quiero despertar es ese rincón prohibido y peligroso que alguna vez sospechaste que estaba ahí pero que nunca pisaste, por suerte.
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