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Este trabajo de acarreo (campo y gabinete) es de los que duran toda la vida,
o, mejor dicho, de los que se 'hacen solos'. Así opinaba, también, el
folklorista Francisco Rodríguez Marín cuando en abril de 1899 mandó imprimir
sus _Mil trescientas comparaciones populares andaluzas_ recogidas de la
tradición oral. Son los antecedentes de este libro, que, sin dar cabida a un
número inconmensurable de modismos comparativos que no poseen las partículas
más que o como, exageraciones, incluso con la categoría de refranes y frases
proverbiales, usadas en el habla común de Andalucía y aún de gran parte de
España, …
Este trabajo de acarreo (campo y gabinete) es de los que duran toda la vida,
o, mejor dicho, de los que se 'hacen solos'. Así opinaba, también, el
folklorista Francisco Rodríguez Marín cuando en abril de 1899 mandó imprimir
sus _Mil trescientas comparaciones populares andaluzas_ recogidas de la
tradición oral. Son los antecedentes de este libro, que, sin dar cabida a un
número inconmensurable de modismos comparativos que no poseen las partículas
más que o como, exageraciones, incluso con la categoría de refranes y frases
proverbiales, usadas en el habla común de Andalucía y aún de gran parte de
España, su autor aporta varios millares de modismos donde el ingenio y el
gracejo son el denominador común. Buen libro para la sonrisa y el buen humor.
Poemas de amor, ausencia y muerte escritos en Valparaíso, Buenos Aires y
Sevilla. Recibió extensas críticas de la prensa neoyorkina en 2005 (primera
edición en Argentina), que calificaron al libro y a su autor, en sus crónicas
periodísticas, de «new voice». El poema I fue estudiado minuciosamente por la
Universidad de Columbia.
Este trabajo revela cómo pudo el joven Juan Ramón descubrir,
entre moniciones y endosferas, la poesía, el sentimiento latente; quiénes
pudieron asomarle, en su afán emotivo, a esa vía láctea compendio de las
artes, incluso a la azotea de la cosa pública, la prosa del enjambre; e
intenta comprender porqué -metafísica del paisaje niño- trasciende al préstamo
sin abandonar el romancero natal, pues todo empeño del intelecto conserva,
aparentemente novedoso, el sedimento que lo alumbró. Ahí, también, más allá de
una dimensión de hombre con raíces, la huella de sus maestros. La poesía de
Juan Ramón es poesía del …
Este trabajo revela cómo pudo el joven Juan Ramón descubrir,
entre moniciones y endosferas, la poesía, el sentimiento latente; quiénes
pudieron asomarle, en su afán emotivo, a esa vía láctea compendio de las
artes, incluso a la azotea de la cosa pública, la prosa del enjambre; e
intenta comprender porqué -metafísica del paisaje niño- trasciende al préstamo
sin abandonar el romancero natal, pues todo empeño del intelecto conserva,
aparentemente novedoso, el sedimento que lo alumbró. Ahí, también, más allá de
una dimensión de hombre con raíces, la huella de sus maestros. La poesía de
Juan Ramón es poesía del pueblo. Como el cante del pueblo, nace de él, se
diluye en él, pero no es el pueblo sino su alma, el «arte popular minoritario»
de Molina y Mairena, sirviéndole el krausismo, en tanto dialecto vertido al
lenguaje del Universo, para construir su edificio poético, que parece natural,
espontáneo, acabado --a fuerza de precisión maniática, depurativa-- como una
sentencia flamenca no alterada por la literatura. Juan Ramón no es,
exclusivamente, un esteticista, un lírico «a la violeta», no dice ser algo que
no es, no aparenta. Se sitúa en un estadio intermedio entre la integración, la
no crítica al sistema como praxis de vida, y el inconformismo, la crítica
contestataria. No se opone o enfrenta, abiertamente, al poder. En ese 'hacer
lo que se pueda' radica un síntoma de vaguedad, de conformismo, sabedor que
tampoco pudo defender a ultranza a la república comoente complejo, sino a la
democracia (que da poder al pueblo para elegir su destino), el sistema de la
legitimidad, y, mucho más aún, a ciertos republicanos cuyas trayectorias
personales conocía, de los que admiraba sus ideales, sin contaminar o con leve
erosión. Está incomodado por la frustración, pero su sentido moral evita que
se corrompa, incluso que hostilice al sistema con salidas de tono. Como el
Rousseau de _El contrato social_, parece pensar que el hombre no debe ser
libre por lo que obtiene gracias a su libertad, sino que se es hombre cuando,
en verdad, se es libre.
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