Quizás quisiste decir: claudia
Cansador intrabajable -como se autodefine- de la palabra, Bertoni vuelve al rescate de lo efímero, lo nimio, y lo eleva a epifanía e iluminación: Estaba en un paradero / Me bajé y estuve a su lado / Hastaque tomó su micro / A más / No puedo aspirar.
Hay un efecto perturbador en el gesto de Bertoni. Porque el autor no abandona completamente la perspectiva dolorosa que ha marcado su escritura. El goce de Jóvenes buenas mozas viene, como en otras ocasiones, hermanado con esa soledad tan triste que es la ausencia. Todo se pierde, todo acaba, todo muere. Desde su orilla reglamentaria, el desasosiego urde sus muecas y advierte que esto es sólo una tregua.
Lo de Bertoni contra todo presupuesto y contra toda lectura no es sólo muerte ni sólo enfermedad. Porque cuando uno grita, o quiere gritar y le falta el aire, asiste a su impotencia. Y no hace más que asistir a su propia y enorme impotencia, la que por suerte para nosotros quedó registrada en este libro. Es la perturbación de la carne cuesta abajo, la perturbación del descreimiento, es una cierta perturbación que nos asiste riendo para no romperlo todo a su paso, incluyendo nuestra vida y su frágil sistema de ilusorio equilibrio. Aquí no se salva como dice Blas de Otero ni Dios.
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar su experiencia y nuestros servicios analizando su navegación en nuestra web y cómo interactúa con nosotros y poder mostrarle publicidad en función de sus hábitos de navegación. Para consentir su utilización, pulse el botón “Acepto”. Puede obtener más información consultando nuestra Política de Cookies.