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Él es un príncipe azul, guapo hasta decir basta. Ella, en cambio, no es gran cosa. Sabe que tendrá que ingeniárselas para gustarle, para conseguir una segunda mirada suya… Pero que no sea guapa no significa que no sea capaz de envolverse de morbo y de misterio hasta volverlo loco a él, el ángel de cabellos negros y ojos esmeralda… ¡Ay, la atracción! A ella le ha bastado una apuesta envenenada y el convencimiento de saberse una princesa que no se cruza de brazos hasta conseguir lo que quiere... ¿Quién ha dicho que los feos no pueden ser enormemente seductores?
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