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El adalid medieval hizo pintar en su escudo signos de fácil interpretación,
como los injustamente denostados muebles parlantes, o maravillosos o
abstractos como los provenientes de dar color a la escarbucla o estructura
metálica que refuerza el exterior y ensambla las tablas de madera que daban
forma al escudo, originando las piezas fundamentales del blasón. El luchador,
presente en batallas y en justas y torneos (a veces adoptando armas
caprichosas, ajenas a las familiares, para evitar la vergüenza de la estirpe
si era derribado), plasmó su patrimonio simbólico (signo parlante de su
apellido, proeza militar...) en su escudo y en …
El adalid medieval hizo pintar en su escudo signos de fácil interpretación,
como los injustamente denostados muebles parlantes, o maravillosos o
abstractos como los provenientes de dar color a la escarbucla o estructura
metálica que refuerza el exterior y ensambla las tablas de madera que daban
forma al escudo, originando las piezas fundamentales del blasón. El luchador,
presente en batallas y en justas y torneos (a veces adoptando armas
caprichosas, ajenas a las familiares, para evitar la vergüenza de la estirpe
si era derribado), plasmó su patrimonio simbólico (signo parlante de su
apellido, proeza militar...) en su escudo y en otros soportes para poner en
sobreaviso al adversario sobre la calidad de quien le hacía frente,
contribuyendo a quebrantar su moral y, desde luego, para facilitar su
identificación y favorecer la obediencia y el socorro al quedar resguardado su
anonimato bajo la celada y el nasal. Del mismo modo, las milicias concejiles
-el oficial al mando según cada fuero particular- levadas por señorío o
realengo llevaban las armas de quienes las mandaban o las propias, ganadas en
refriegas campales, defendiendo cercas o manteniendo huestes. En la
actualidad, como en el caso de la heráldica oficial de la provincia de Córdoba
(España), los escudos son embajadores pacíficos de particularidades e
idiosincracias.
_Arte y artistas flamencos_ (Madrid, 1935) convirtió a Fernando el de Triana
(1867-1940) en el primer profesional de lo jondo que abordó, literariamente,
este tema. Si su faceta como ensayista y biógrafo de este género folklórico,
que condensa en un único y raro tomo, es ilustrativa de una personalidad rica,
no lo son menos otras que le consagran, quizás, como uno de los artistas
flamencos más polifacéticos: Cantaor notable, entre los reconocidos de su
tiempo, inclinado a palos como la soleá, la taranta, la malagueña o el
fandango alosnero, de los que funda
escuela y divulga, es autor de …
_Arte y artistas flamencos_ (Madrid, 1935) convirtió a Fernando el de Triana
(1867-1940) en el primer profesional de lo jondo que abordó, literariamente,
este tema. Si su faceta como ensayista y biógrafo de este género folklórico,
que condensa en un único y raro tomo, es ilustrativa de una personalidad rica,
no lo son menos otras que le consagran, quizás, como uno de los artistas
flamencos más polifacéticos: Cantaor notable, entre los reconocidos de su
tiempo, inclinado a palos como la soleá, la taranta, la malagueña o el
fandango alosnero, de los que funda
escuela y divulga, es autor de buena parte de las letras de su repertorio y
del de muchos, al ser uno de los poetas populares más pirateados de la lírica
flamenca; conferenciante, bailaba con _duende_, pulsaba con destreza su
guitarra, fue crítico certero y formó compañía propia durante años. Artista
'total' y dueño de una fina sensibilidad, fue un verdadero enciclopedista.
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