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“A punto de embarcar en avión desde Buenos Aires hacia Ushuaia, pienso en las tres horas de retraso que sufrimos, el amontonamiento de turistas en el aeropuerto, la mezcla de idiomas: portugués, hebreo, castellano. Pienso en el fastidio que siento en la espera y la ansiedad por realizar el vuelo hacia el fin del continente para pasar una semana investigando. De pronto, surge la inevitable comparación: Simón Radowitzky viajó en el fondo de un barco de carga a vapor entre otros miserables, tragando el polvo de hulla, el humo que se filtraba desde la chimenea al exterior y las cadenas …
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